En artículos pasados hablamos de la indiferencia como el gran mal a combatir en nuestra comunidad. Señalábamos que, si bien es comprensible el desencanto de la sociedad por los liderazgos, también es cierto que eludir la responsabilidad de participar en las decisiones de la organización vecinal nos perjudica, pues nadie más que nosotros mismos, los residentes, podría interesarse genuinamente en la gestión de nuestra seguridad y bienestar, y ocuparse de ello con eficiencia.
Pues bien, hoy toca reflexionar sobre la responsabilidad que adquirimos al decidir vivir en Zibatá.
Todos reconocemos y disfrutamos los atributos arquitectónicos de los desarrollos inmobiliarios construidos bajo el concepto del “Nuevo Urbanismo”, tales como Zibatá y otros fraccionamientos en los alrededores; pero, pocos conocen lo que implica este movimiento surgido en la década de 1990 en los Estados Unidos.
Éste surgió como reacción a los efectos negativos que dejaron los llamados suburbios: altos costos en movilidad individual y escasa vida familiar y comunitaria, además de los altos costos en el desarrollo de infraestructura carretera, eléctrica e hidráulica para los gobiernos locales. Así que, pretendiendo revertir estas circunstancias, el “Nuevo Urbanismo” empezó a crear entornos físicos donde el habitante pudiera experimentar la vida urbana, sin tener que salir del territorio circunscrito. Cuidando el diseño arquitectónico y la previsión de servicios de manera “planeada”, las ciudades creadas bajo este concepto intentarían incidir en una vida más feliz para sus habitantes. Sin embargo, como todo lo existente, el movimiento tiene sus pros y sus contras, y es recomendable indagar más al respecto, para conocer la crítica en la opinión de expertos.
Una de las críticas, por ejemplo, hace hincapié en el hecho de que los gobiernos que licencian estos desarrollos, buscarían transferir responsabilidades no sólo a empresas privadas, sino también a los mismos residentes, ante la incapacidad de administrar y subvencionar el mantenimiento de desarrollos tan ambiciosos; por lo que, independientemente de la buena voluntad que se pudiera encontrar en la administración municipal en turno, y los derechos que se pudieran hacer valer argumentando el bono político y el pago de prediales, en los hechos, la sustentabilidad de los fraccionamientos del “Nuevo Urbanismo” se cimentaría en la organización interna de sus privadas (fraccionamientos o condominios) y en la unión y buena comunicación entre ellas, así como en el compromiso de colaborar con los pagos de mantenimiento de manera puntual.
Hoy, los zibatenses descansamos en la responsabilidad que el desarrollador Supraterra sigue teniendo en el fraccionamiento, en tanto no entregue el mismo al municipio. Su Asociación de Colonos administra los recursos y servicios como parte de esta responsabilidad, apoyándose en la subvención del desarrollador, para la mayor parte del costo implicado.
No obstante, con miras a un futuro cercano, preocupa observar cuántas privadas siguen aún sin organización interna, descansando -en el mejor de los casos- en la buena voluntad de un representante vecinal. Preocupa conocer el alto porcentaje de cartera vencida con el que la AC lidia todos los meses, por la falta de pago de mantenimiento de muchos residentes (fluctuante alrededor del 60%). Preocupa la división que algunos grupos y personas promueven, directa o indirectamente, al difundir desinformación. Preocupa el desinterés que muchos residentes proyectan respecto a la responsabilidad que tienen en relación a protocolos, reglamentos y la estructura organizacional de sus privadas.
¿Qué emoción experimentarás el día que se anuncie la entrega del fraccionamiento al municipio? ¿Será de tranquilidad ante las previsiones tomadas por tu privada, o será de preocupación ante los descuidos desatendidos?
Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia.
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