Actualmente, las redes sociales, tal como lo dice la canción “Atrapados en la red”, nos han @roba-roba-robado la razón. Ya sea por esa inclemente necesidad de pertenencia o por mero aburrimiento, nadie ha resistido a su seductor llamado. Facebook, Twitter, Instagram, Youtube, WhatsApp… ¡Todas nos atrapan!
Empezamos jugando por curiosidad y acabamos enganchados diciendo que por necesidad laboral, comunicativa, de negocio, bla, bla, bla. El hecho es que recibiendo el primer “like”, ya no hay punto de retorno, el ego pica el anzuelo y el laberinto adictivo abre su puerta iniciática. El análisis psicosociológico detrás del fenómeno de las redes es tan profundo como preocupante, pues proyecta una enajenación social de antología. Pero, dado que ésa no es nuestra Litis, la dejaremos a los expertos, para enfocarnos en aquélla que sí lo es.
Tal como ha sucedido con todo fenómeno social a lo largo de la historia, las inteligencias depredadoras no pierden tiempo; siempre identifican antes que nadie los motores que lo dinamizan, para explotar en su beneficio tanto la energía que desprenden como el potencial que representan, y en nuestros tiempos, el fenómeno de las redes sociales es un claro ejemplo de ello. En el camino, algunos usuarios aprenden rápidamente y escalan sus habilidades para capitalizar su uso –muchos con intenciones y objetivos positivos, sin duda-; otros caen víctimas de abusos y manipulaciones; pero los que más, simplemente se divierten bajo la seducción del
encantamiento tecnológico, satisfaciendo necesidades comunicativas de toda índole, aunque también constituyendo para esas inteligencias depredadoras, un “banco de peces” muy apetecible.
¿Qué buscan esas inteligencias? Indudablemente Mercados y Audiencias, ¡el gran negocio del siglo! ¿Es esto malo? (seguramente se preguntan), por supuesto que no, en tanto el objetivo sea claro y transparente para los cibernautas. Si una empresa que vende ropa utiliza las redes sociales para promover y vender sus productos, no está cometiendo ninguna falta, porque está siendo clara en su objetivo. El problema son las agendas ocultas; es decir, si uso una página de Facebook para crear una comunidad de seguidores –sea cual sea la estrategia de atracción-, con el fin real de conformar una base de datos para fines comerciales, políticos o experimentos sociales, ciertamente estoy engañando a esos seguidores, y abusando de su confianza.
Conforme Zibatá ha venido creciendo, se ha convertido en un blanco muy interesante para esas inteligencias depredadoras. Es natural que ante una comunidad tan extensa y diversa surjan grupos sociales con filias específicas, y que esos grupos a su vez alimenten sus redes sociales con contenidos afines, pero también es una realidad que entre esos grupos han venido surgiendo muchos con agendas ocultas, que utilizan señuelos aparentemente benignos como pueden serlo la filantropía, la protección animal, la ecología o cualquier otro tema de interés actual. Seamos conscientes de que una población creciente de más de cinco millares de habitantes pueden incidir definitivamente en un proceso electoral municipal, como también representar un mercado potencial para cualquier emprendimiento comercial o ideológico. Con
esto no queremos otra cosa que despertar la conciencia de nuestra comunidad, invitándola a indagar y verificar el objetivo real de los grupos sociales a los que sigue a través de sus redes.
Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia.
Artículo publicado en marzo de 2020.
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