Es por demás interesante observar el fenómeno social derivado de esta pandemia que nos ha tocado vivir en 2020. Mucho se ha difundido respecto a las precauciones que hemos de tener para no contagiarnos tanto física como emocionalmente, pues también han surgido esfuerzos para exhortar a la población a no caer en pánico y desinformación de manera innecesaria. Por tanto, la Red Ciudadana de la Colonia Zibatá se limita, por el momento, a acercar esta reflexión en beneficio de todos.

Bien sabemos que el siglo veintiuno se caracterizará por la presencia de múltiples fenómenos nuevos para la humanidad, cuyo origen y objetivo será muy difícil comprobar; el hecho es que empiezan a surgir y seguirán surgiendo en lo sucesivo, producto de lo que en su momento estudió el filósofo Jean Baudrillard: la hiperrealidad.

Esta hiperrealidad en la que vivimos hoy se caracteriza por el exceso en el que hemos caído: exceso de población, exceso de contaminación, exceso de basura, exceso de información… Vamos, hasta valores positivos como la libertad, la tolerancia y la ética se han relativizado producto de excesos insanos, si lo analizamos bien. El filósofo planteaba que el gran desafío de esta Era llamada “Hiperrealismo”, sería justamente la administración de los excesos.

Pensando detenidamente, nos encontraremos que todos los problemas actuales están directamente relacionados con algún exceso, y como sociedad, justo estamos batallando para encontrar soluciones a ellos, pues el consumismo de nuestros tiempos, lejos de ayudarnos a la “contención”, nos condiciona a tener más y más y más, no sólo en el terreno material, sino también en el emocional y experiencial. Sin embargo, esta primera pandemia del siglo nos obliga a contenernos en muchos sentidos -hemos de contener nuestra exposición pública, nuestros viajes y nuestra convivencia social y laboral, para empezar-, por lo que este condicionamiento se rebela en algunas personas, manifestándose en forma de resistencia a los protocolos, o bien la típica molestia proyectada en la que esperamos que el gobierno nos proteja, sin que nosotros tengamos que hacer sacrificios o modificar conductas o estilos de vida.

Por su parte, el miedo irracional también está haciendo lo propio, y el primer blanco en el que está impactando es en las redes sociales, donde se están circulando una serie de mensajes distorsionados que desinforman a la gente. El exceso de mensajes hace difícil que la gente se tome el tiempo para verificar su veracidad, y al final del día, el cúmulo de información leída acaba provocando emociones encontradas, que también generan malestar.

Por si esto fuera poco, la polarización política y social que impera hoy en día en nuestro país, hace que también la pandemia sea utilizada como pretexto para atacar, cuestionar y criticar, con lo que también se incita al enojo social de por sí tenso por la contención obligada y el miedo irracional contagiado.

Reflexionemos. Sin saber todavía si el virus afectará nuestra propia salud, ya está impactando masivamente en nuestro equilibrio emocional de manera negativa. Ciertamente, esta pandemia cambiará muchas cosas en el mundo, pero tampoco será la única circunstancia disruptora a la que habremos de enfrentarnos en este siglo. Tenemos que hacer esfuerzos por mantener la cordura y elevar nuestro nivel de adaptación, para fluir entre los cambios venideros con la necesaria calma, sin que el encuentro social y comunitario se altere. Evitemos la hostilidad y la confrontación a toda costa; el nerviosismo está a flor de piel, y éste también se manifiesta en forma de enojo. Por el bien de todos, cuidemos nuestras reacciones.

Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia. 

Artículo publicado en marzo de 2020.

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