Ya en algún otro momento hablamos de la ilusión que más de uno se formó con respecto a la frase “Comunidad planeada”, cuando compramos en Zibatá. En aquella ocasión apelábamos a la comprensión de que formar una comunidad responsable nos competía a nosotros como ciudadanos, y no a Supraterra o su Asociación de Colonos. En esta ocasión toca expandir un poco más la idea, ya que muchas de las frustraciones proyectadas en las redes sociales tienen que ver, en alguna medida, con ilusiones y fantasías que nos hemos creado al venir a vivir a Zibatá.
Ciertamente, el diseño del espacio físico de Zibatá es bello, vanguardista y armonioso; nos conquistó, porque seguramente es mucho mejor que el lugar de donde procedemos la mayoría. Pero curiosamente, el efecto de este diseño también imprimió en muchos, la idea de que aquí estaríamos a salvo de la inseguridad y todos los males propios de la sociedad contemporánea, y cuando empezamos a darnos cuenta de que no es así, se empezó a proyectar la frustración.
Lamentablemente, el hampa no descansa; era ingenuo pensar que no llegara a Zibatá. Basta mirar a nuestro alrededor y ver la cantidad de gente ajena que circula en nuestras calles -proveedores de todo tipo; trabajadores de la construcción, de limpieza, de mantenimiento; visitantes de todas partes; transportistas privados y públicos; desarrolladores y agentes inmobiliarios…- ¿Por qué habría de ser extraño que entre todo ese flujo de personas y vehículos no se colara la delincuencia? Recordemos, Zibatá es un fraccionamiento abierto, no es condominio, y como tal no puede negarle la entrada a nadie.
Los condominios que tienen buen control de vigilancia están mejor protegidos al interior, pero ya pudimos percatarnos que en la mayoría de las privadas y en los pórticos principales de Zibatá, la labor de registro cumple meramente un objetivo de simulación, para crear esa ilusión de seguridad; no perdamos de vista el objetivo comercial detrás de dicha tarea.
Como ciudadanos, es común tener el impulso de acusar a la policía por “no cuidarnos”, y nos cuesta trabajo aceptar que somos corresponsables. En primer lugar, nosotros debemos estar alertas y tomar precauciones, con base en la realidad en la que vivimos; en segundo lugar, debemos participar activamente y tomar medidas de control donde sí podamos hacerlo -en los cuerpos de vigilancia de nuestras privadas, en el cumplimiento de los protocolos y en la misma organización vecinal-; en tercer lugar, no relajemos medidas de protección al interior de nuestras familias -los niños no pueden andar solos en parques y calles, no podemos caminar distraídamente entre avenidas y centros comerciales, nuestras casas y autos deben cerrarse, etc.- Seamos conscientes de que la configuración de “fraccionamiento”, no nos permitirá extirpar la inseguridad del todo.
La Red Ciudadana tiene mesas de trabajo todos los meses tanto con Seguridad Pública como con Supraterra, y se está trabajando en el tema, para diseñar campañas. El chat que presidentes y representantes tienen con el C4 del Marqués, es muestra de la voluntad de las autoridades por acercarse a Zibatá y facilitar el trabajo de protección, así como los talleres que la Dirección de Prevención del Delito y la Delincuencia nos ha compartido para atenuar el impacto de la inseguridad. No obstante ello, es importante entender que la construcción de seguridad es una labor comunitaria y requiere de ciudadanos responsables, participativos, colaboradores y conscientes; en México hemos pecado de indolentes e indiferentes, queremos dejar toda la responsabilidad a la policía, no queremos cumplir ni siquiera con los protocolos que son nuestra responsabilidad cumplir. Sin embargo, en Zibatá podemos marcar la diferencia sí aceptamos y entendemos la responsabilidad que nos corresponde.
Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia.
Artículo publicado en junio de 2022.
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