Este mes de febrero fue construido un tope frente a la clínica regional del Seguro Social en el Marqués, Circuito Universidades. El “dichoso” tope fue prácticamente el “trending topic” aquel funesto día en que nos sorprendió a todos: a los conductores cautos les arrancó expresiones de todos colores (sin duda, en función de la velocidad a la que circulaban); algunos con conciencia social y otros con ansiedad comunicativa se apresuraron a advertir a sus vecinos y amigos en redes sociales; pero, desafortunadamente los conductores incautos –no pocos, por cierto- se percataron del mismo tras haber averiado su automóvil, y seguramente haberse lastimado a consecuencia del siniestro.
El tema de los topes en México siempre ha generado polémica, y los argumentos parecen válidos tanto para los que sostienen postura a favor, como para los que la tienen en contra, por lo que inútil resulta tomar partido. Sin embargo, vale la pena detenernos unos minutos a reflexionar al respecto. Sin duda, la construcción de un tope normalmente es la respuesta consecuente con un sinnúmero de incidentes derivados de la irresponsabilidad de los conductores, que no respetando los límites de velocidad, suelen atentar con la vida de peatones y otros conductores. Ciertamente, pagan justos por pecadores.
Al interior de Zibatá, la construcción de topes ha sido también un tema recurrente en juntas vecinales, pues nuestra comunidad no ha podido evitar la presencia de conductores irresponsables y anárquicos que no queriendo respetar el límite de velocidad -40 Km/hr en avenidas, y 20 Km/hr al interior de las privadas y condominios- ponen en peligro a nuestra comunidad constantemente.
¿Qué hay detrás de ese desacato? ¿Prepotencia? ¿Inconsciencia? ¿Falta de educación? ¿Complejo de inferioridad? ¿Trastorno de personalidad? O simplemente “prisa”.
Sea lo que sea, nada justifica poner en riesgo la vida de terceras personas, por lo que los topes seguirán siendo el mal necesario para una sociedad enferma, mal educada o simplemente carrereada. Las autoridades municipales y comunitarias no son niñeras de ciudadanos malcriados, por lo que hagamos consciencia de nuestra responsabilidad y conduzcamos dentro del rango permitido de velocidad y con la precaución debida en respeto a los otros. Nuestros hijos y nosotros mismos somos parte de esos “otros” cada vez que caminamos o corremos por las banquetas de nuestro bonito Zibatá. Ya hemos lamentado casi una decena de atropellamientos al interior del fraccionamiento, y ni qué decir de volcaduras y alcances incomprensibles, por lo tanto, permítannos hacer este llamado a la reflexión desde la Red Ciudadana de la Colonia Zibatá, a favor de una cultura urbana respetuosa.
Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia.
Artículo publicado por primera vez en febrero de 2020.
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