¿Alguna vez leyeron “Ensayo sobre la ceguera” del maestro José Saramago? Si no lo han hecho, por favor háganlo. Nunca como ahora podría entenderse mejor la analogía que este gran escritor hizo al describir en esta obra magistral, una distopía generada a partir de una epidemia. Encerrados y aislados en una abandonada clínica psiquiátrica, los contagiados de la ceguera blanca viven una aventura inimaginable para sobrevivir al hambre, a la depredación, al abuso y a un sin número de circunstancias que ponen a prueba lo más valioso que tienen como seres humanos: la dignidad.

No todos logran pasar la prueba. No todos logran prepararse para salir de nuevo a la vida. ¿Qué marcó la diferencia? La ceguera de unos y la visión de otros.

Bajo el paraguas del confinamiento por pandemia, es hermoso lo que está pasando en el corazón y la conciencia de la gente hoy en día; sólo los necios no lo ven, porque ellos siguen ocupándose de criticar, de juzgar, de mirar el punto negro en la hoja blanca, y se están perdiendo del trabajo magistral que el Universo está realizando bajo la ley del equilibrio. Sí, inevitablemente habrá pérdidas sensibles que lamentar; pero, donde queda un vacío, llega algo nuevo, y donde queda tristeza, llega alegría. No perdamos de vista las leyes universales. Recientemente han circulado en redes, ejercicios artísticos donde músicos o personalidades del espectáculo tocan una sinfonía, cantan una canción o recitan un poema. Con la ayuda de la increíble tecnología actual, un productor arma el rompecabezas, uniendo las partes con las que cada uno colabora desde su casa, y armonizando el esfuerzo de todos en una hermosa composición final. Sin duda, una representación muy gráfica de la forma en que todos, sin darnos cuenta, construimos desde nuestras transformaciones individuales, un nuevo escenario conjunto de armonía.

Pues usando estos dos escenarios como metáforas –el de Saramago y los rompecabezas artísticos en redes- nos permitimos hacer nuestra reflexión en esta ocasión. Este confinamiento físico nos está sirviendo para entender el parteaguas que el Universo está ejecutando en la humanidad, para sacar a nuestras conciencias del “encierro”. Sí. Al cabo del tiempo, todos saldremos de nuestro propio encierro, ése que por tantos años ha limitado nuestro potencial, ése que ha sobajado nuestra dignidad humana, y ése que nos ha provocado miopía, haciéndonos creer que nuestra realidad era sólo aquélla que percibíamos a corta distancia, o peor aún, haciéndonos creer que nosotros éramos el pivote alrededor del cual giraba esa realidad.

La pregunta es, ¿estamos preparados para salir de ese “encierro”, o nos seguiremos depredando tan solo por sobrevivir?

Aquéllos que no sean capaces de mirar este parteaguas por encima del terreno físico, las decisiones políticas, las consecuencias económicas y los problemas sociales, se estarán perdiendo la mejor parte de la experiencia. Necesitamos salir de nuestros propios “encierros”, para aprovechar la oportunidad de conformar una comunidad ejemplar en Zibatá. Es obvio que no todos querrán hacerlo, pero basta que seamos unos cuantos que lo intentemos, para contagiar y liderar un movimiento vecinal, donde se promueva el renacer de un nuevo perfil humano: positivo, colaborador, optimista, inclusivo, respetuoso, sinérgico, disciplinado, ecológico… valores todos enfocados a la construcción de bienestar. Recordemos, la calidad de vida no la da el dinero, sino aquellos valores derivados del amor.

 Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia. 

Artículo publicado en abril de 2020.

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