Tras dos meses de confinamiento, nos enfrentamos ahora al regreso a la nueva normalidad, y si bien hemos de ensayarlo para preservar protocolos de seguridad por los riesgos de contagio todavía presentes, vale la pena también reflexionar particularmente sobre el riesgo psicológico al que algunas personas se pudieran enfrentar.

Los especialistas le han llamado “síndrome de la cabaña”, que sin ser un trastorno de personalidad, sí constituye un estado patológico consecuente del encierro que consiste en la experimentación de miedo a salir a la calle.

El Dr. Josman Espinosa Gómez, Docente Investigador de la Escuela de Psicología de CETYS Universidad Campus Mexicali, advierte: “nos dará miedo contactar con otras personas fuera de las paredes a las que hemos estado confinados, habrá temor a realizar actividades que antes eran cotidianas y normales, como trabajar fuera de casa, tomar medios de transporte público o relacionarnos con otras personas incluso conocidas”. Y aunque no es posible evitar en su totalidad el temor de reanudar la convivencia con el mundo exterior, el especialista explicó que es recomendable llevar a cabo una serie de acciones para sobrellevarlo:

  1. Empezar a salir de manera gradual
  2. Respetar los protocolos sanitarios para sentir menos vulnerabilidad y mayor seguridad
  3. Practicar técnicas de relajación y respiración
  4. Establecer metas reales y objetivos que no sobrepasen nuestras capacidades, una vez que se esté dentro de la nueva normalidad

Sentimientos de ansiedad, estrés, aprehensión, miedo y pánico pueden ser relativamente normales frente al abandono del resguardo domiciliario, pero también pudieran aparecer impulsos inconscientes dirigidos hacia la autoexigencia y el activismo, en un afán por recuperar el tiempo perdido, llevando a las personas o familias a un estado de saturación y desorganización. 

Para evitar esta circunstancia, es recomendable conservar la calma y entender que el lapso de confinamiento no representó ni descanso ni castigo, sino un acto responsable de autocuidado. Por tanto, el regreso a las actividades habituales deberá considerarse como una continuidad de proyectos y ocupaciones pausados temporalmente, y no un retraso personal de agenda. 

Asimismo, ha de considerarse el fenómeno de “proyección negativa”, mecanismo de defensa por medio del cual una persona atribuye a otra defectos, carencias o frustraciones propias de sí mismo. Ésta opera normalmente en situaciones de conflicto emocional, trasladando sentimientos, impulsos o pensamientos que resultan inaceptables por generar angustia, ansiedad o miedo. Como “yo” no me puedo enojar conmigo mismo por mi incapacidad para protegerme y controlar la amenaza exterior, traslado ese enojo hacia otra persona, acusándole por su incapacidad para protegerme de dicha amenaza. La proyección negativa es el principal motor de la intolerancia, pero haciéndola consciente es más fácil controlarla. 

Niños y adolescentes no están exentos de dichas emociones, por lo que será necesario apoyarlos en familia, facilitándoles espacios para conversar al respecto y ayudándoles tanto a identificar como a expresar sentimientos positivamente.

Si el miedo o la angustia por salir de nuevo se convierten en un malestar persistente, impidiendo las funciones básicas y el desempeño social de manera normal, se recomienda solicitar ayuda profesional.

Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia.

Artículo publicado en de junio 2020.

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