Sin duda, la tecnología nos ha facilitado un sinnúmero de tareas, acercándonos un alud de herramientas interesantes. Las aplicaciones existentes son tantas, que podríamos darnos a la aventura de conocer una diariamente, sin poder imaginar cuándo acabaríamos. En la misma proporción, esta oferta de aplicaciones responde a la amplísima diversidad de pensamientos, necesidades y preferencias de una sociedad ávida de experiencias nuevas, que a decir de los estudiosos, reacciona con cansancio y confusión, ante el desgaste de los sistemas. Por otro lado, la inmediatez e independencia de los medios y redes de comunicación actuales, imposibilitan la revisión y filtraje de entidades reguladoras que pudiesen actuar para proteger a usuarios de aplicaciones nocivas o “basura”; y si lo hiciese, quizá también fuesen acusadas de coartar las libertades y los derechos de aquéllos, bajo lo que pudiera parecer “censura”. En este contexto, la responsabilidad de cuidarnos de la contaminación mediática recae en el individuo, las familias y las comunidades, y el desafío no es menor.

Siendo una de las funciones de la Red Ciudadana de la Colonia Zibatá, la de alertar a la comunidad de riesgos y peligros, es necesario hablar en esta ocasión del universo de aplicaciones digitales ubicadas en el ciberespacio periférico, las cuales pueden identificarse a través de Telegram. Como es de esperarse, el abanico de opciones despliega todo tipo de chats, desde los más inocuos hasta algunos cuya existencia difícilmente hubiésemos podido suponer en una comunidad residencial como Zibatá; y si bien cada ciudadano está en su derecho de usarlas según decida, preocupan particularmente dos situaciones para las cuales pedimos mucha atención de parte de los residentes.

La primera es la facilidad con la que niños y jóvenes pueden dar con ellas, a través de sus celulares. El simple impulso de satisfacer su curiosidad los puede colocar en una posición de peligro inminente, ya que una vez contactados por el chat, son invitados a tener un encuentro personal en los parques Saki y Jamadi o los centros comerciales del fraccionamiento. Por el momento, los riesgos identificados recaen en los terrenos del narcomenudeo y la prostitución, pero sabemos que bajo estos rubros delictivos, el secuestro es un riesgo latente.

La segunda situación tiene que ver con la renta de inmuebles para los fines delictivos antes señalados, donde la señal de alerta más inmediata es la frecuencia con la que celebran fiestas ruidosas en ellos. Esta señal suele acompañarse de otra consecuente: la anarquía, rebeldía y agresividad con la que sus habitantes responden a la solicitud de sus vecinos para bajar el volumen de la música, para estacionar automóviles adecuadamente, para terminar a la hora pactada por los reglamentos. La influencia de alcohol y estupefacientes conduce a las personas a reaccionar con dichas conductas, además de motivar comportamientos indecorosos que ofenden a las familias colindantes. Ciertamente, las aplicaciones digitales son utilizadas para invitar y convocar a dichas fiestas.

Ante la presencia de ambas situaciones, la Red Ciudadana de la Colonia Zibatá ha solicitado el apoyo del personal de Seguridad Pública del Municipio en varias ocasiones, y aplaudimos con gratitud la prestancia con la que las patrullas han acudido a nuestros llamados; sin embargo, se requiere un apoyo mayor de parte de la ciudadanía.

Con respecto a la primera situación, requerimos que los padres, tutores y cuidadores tomen medidas de precaución, protección y resguardo; y respecto a la segunda, requerimos mayor atención a las señales de alerta, así como el reporte oportuno y en paralelo al 911, la empresa de seguridad local, y su representante o presidente de privada o condominio, quien a su vez puede solicitar apoyo a Seguridad Pública por medio del chat previsto para tal fin, o por medio de la Red Ciudadana. ¡Cuidémonos!

Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia.

Artículo publicado en abril de 2022.

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