En Zibatá hemos encontrado una urbanización bellamente diseñada, con jardines y parques hermosos, infraestructura y mobiliario urbano modernos, centros comerciales bonitos, desarrollos habitacionales de categoría, paisajismo inigualable, y lo que falta; pero, ¿qué nos habremos imaginado cada uno con la frase “primera comunidad planeada”, cuando conocimos por primera vez el fraccionamiento?
Sin duda, alimentando nuestro más profundo anhelo, relacionamos el concepto con valores de bienestar diversos que nos empujaron a tomar la decisión de compra: armonía, paz, tranquilidad, seguridad, respeto, alegría, belleza, orden y un largo etcétera. Y mientras el resultado fuera bienestar, poco importaba cómo estuvieran “planeando” dicha comunidad.
La mayoría dimos por sentado que habiendo adquirido nuestro terreno o casa, todos esos valores conceptuales llegarían por añadidura, pero cual fuera nuestra sorpresa que a poco de habernos convertido en propietarios descubrimos que se trataba tan solo de una frase mercadológica tan estratégicamente pensada, como las imágenes de felicidad familiar que suelen acompañar la publicidad de desarrollos habitacionales diversos.
Y es que en realidad esos valores de bienestar los proyecta y comparte una comunidad desde la práctica personal de su gente. Los desarrolladores se encargan de los aspectos físicos que conforman el conjunto urbano, y cuando mucho podemos esperar de ellos un responsable, bello y funcional diseño, así como una planeación constructiva sustentable, pero el perfil de comunidad nos toca construirlo a los residentes y usuarios una vez que inicia la aventura de convivir.
La palabra “comunidad” se ha puesto de moda, quizá buscando compensar el vacío que está dejando el debilitamiento del anclaje familiar; pero, comunidades han existido siempre, y en función de su gente las ha habido tanto destructivas como edificantes. Su gente acaba conformando dichos perfiles con el tiempo, a partir de las actitudes y conductas que practican: negativas o positivas, hostiles o amigables. Lamentablemente son muchas las comunidades destructivas en México y seguramente venimos huyendo de alguna; por ello, vivir ahora en un espacio nuevo y bello nos representa la oportunidad de hacer un “borrón y cuenta nueva” y empezar a construir de cero una comunidad sana y edificante en beneficio de todos.
Supraterra, en aras de extender un servicio postventa que prolongue la sensación de satisfacción, ha venido haciendo esfuerzos por otorgar a los residentes de Zibatá convivios varios que faciliten una alegre convivencia, pero esos esfuerzos -si bien se agradecen y son reconfortantes- lejos están de poder construir una comunidad de bienestar, aun cuando la simulemos en fotos. Somos cada uno de nosotros en lo individual, quienes tenemos que practicar los valores de bienestar –considerados incluso en el Código Urbano Estatal- con acciones sencillas:
- Saludando y sonriendo con amabilidad al paso
- Ayudando a alguien en riesgo o en apuros
- Siendo tolerantes con niños y adultos mayores
- Respetando y acatando protocolos y reglas para una convivencia armoniosa
- Participando en juntas y colaborando en la organización vecinal
- Siendo incluyentes y respetuosos respecto a la diversidad social
Todos somos CORRESPONSABLES en esta tarea, ¡participemos responsablemente!
Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia.
Artículo publicado en marzo de 2020.
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