Estos tiempos de confinamiento han servido para muchas cosas; entre ellas, muchas personas han estado arreglando clósets, bodegas, anaqueles y espacios diversos en el hogar, generando con ello las virtuosas tareas de orden, limpieza y reciclaje, y ¡vaya liberación!

Bien se dice que es necesario hacer espacio en nuestras vidas para recibir, así como deshacernos de lo viejo para dar lugar a algo nuevo; y qué mejor, si haciéndolo compartimos lo que todavía es útil. En ello radica la idea de que reciclando, nos reciclamos a nosotros mismos. Sin duda, la energía positiva que se dinamiza al dar orden y organización a un espacio, provoca una sensación de bienestar para nadie molesta.

Pero si bien todos experimentamos la necesidad de ordenar y limpiar nuestro hogar, poca conciencia hacemos respecto a la necesidad de participar en el orden y limpieza de nuestro entorno.

En países donde el nivel educacional es elevado, se considera que las calles y los espacios públicos son parte del espacio vital del ser humano, y por tanto, una extensión de casa. Bajo esa perspectiva, se entiende que la responsabilidad de limpieza no se limita al hogar, sino también a los espacios exteriores, comprendiéndose como un deber moral y una obligación social. En contraste, es común escuchar en México que “la calle no es de nadie”, idea que se acomoda para justificar el abandonar basura, tirar escombro, escupir, manchar con aceite de motor o verter líquidos inmundos, entre muchas otras cosas. Y si acaso se hacen esfuerzos por ordenarla en casa, los hay quienes apenas llegan al contenedor comunal y la dejan al pie del mismo, sin siquiera tomarse la molestia de depositarla en su interior.

Nunca como ahora, la basura se ha convertido en un problema de dimensión incalculable. De acuerdo al Nature Journal, para 2025 serán 6 millones de toneladas diarias las que habrá que recoger en el mundo, el doble de lo que se produjo hace diez años, según cálculos resultantes de la suma reportada por los países en el orbe.

El consumismo nos ha llevado a acumular un sinnúmero de objetos inútiles tanto como a desechar una cantidad inmensurable de empaques. Dichosamente, cada vez hay más gente consciente del bienestar que genera la práctica de separarla y reciclarla; sin embargo, aún nos falta escalar peldaños en la evolución del proceso.

La iniciativa de Querétaro para disminuir el impacto negativo del plástico ha sido un buen comienzo para motivar a las diferentes comunidades de la entidad a generar sus propias iniciativas en beneficio del medio ambiente. Y si bien Zibatá nació con la firme convicción de ser una comunidad sustentable, el tema de la basura ha quedado pendiente. Sin embargo, al ser un fraccionamiento conformado por privadas y condominios, resulta fácil organizar y madurar la tarea desde el interior de cada uno de los ellos.

Ciertamente ya hay cotos que lo hacen, pero hemos de reconocer que todavía representan una minoría de apenas dos o tres; por ello, la Red Ciudadana de la Colonia Zibatá seguirá promoviendo la organización para tal fin, deseando que la práctica de separar y reciclar la basura constituya una de nuestras cartas fuertes como comunidad.

Por un Zibatá de orden y respeto, mejoremos nuestro nivel de conciencia.

Artículo publicado en mayo de 2020.

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